Esta mañana, al despertar pensando qué comer, me di cuenta de que había terminado con todo mi arroz guardado en la última comida. Mis ojos se posaron en un par de naranjas. ‘Con lo que tengo, me las arreglo’, pensé, y decidí crear una ensalada vibrante usando solo una naranja. Me sorprendió gratamente lo buena que resultó. Si bien pelar la naranja y quitarle la parte blanca requirió un poco de esfuerzo, el atractivo visual y el sabor mejoraron drásticamente. Sentí que el pequeño esfuerzo fue muy bien recompensado. De ahora en adelante, me aseguraré de quitar meticulosamente la piel interior para obtener un resultado aún mejor.