Descubrí el encanto de las hojas de calabaza cuando era joven, y ahora se han convertido en un manjar de temporada que no me puedo perder. Las hojas de calabaza silvestres se estropean con la primera helada, pero ahora, incluso al final de la temporada, podemos disfrutarlas frescas. Las hojas de calabaza, aunque aparentan ser ásperas, se vuelven increíblemente tiernas al cocerlas al vapor. Simplemente hay que pelar la capa exterior fibrosa y dura, y se desharán en la boca. Puedes quitar fácilmente las largas fibras, parecidas a hilos, pellizcando suavemente desde el extremo del tallo de la calabaza y tirando. Si tienes la piel sensible a los pelitos de las hojas de calabaza (¡a mí me salen ronchas si las toco con las manos desnudas, ay!), es mejor usar guantes de goma o plástico para manipularlas. Las hojas de calabaza deben cocerse al vapor generosamente para poder disfrutarlas como envoltorios tiernos. Las cociné al vapor durante unos 20 minutos a fuego medio-alto hasta que estuvieron completamente tiernas. Acompañadas de un ssamjang bajo en sodio, ¡un plato de arroz desaparece en un instante! Aunque son comunes en verano y me da pena comerlas al final de la temporada, me consuela saber que no me he perdido las hojas de calabaza de este año. Las hojas de calabaza cocidas al vapor, que conservan su vibrante color verde, son tiernas y suaves, luciendo tan apetitosas que abren el apetito. Además de disfrutarlas como envoltorios (ssam), las hojas de calabaza cocidas al vapor también son deliciosas si se añaden a un guiso de pasta de soja fermentada (doenjang jjigae). Si te sobran hojas de calabaza cocidas al vapor, añadirlas hacia el final de la cocción de un doenjang crea una delicia única. También son deliciosas si se agregan a guisos de pescado. El aroma y la textura únicos de las hojas de calabaza las convierten en un plato reconfortante. Comer alimentos de temporada como este me ayuda a despedir el otoño y a prepararme mentalmente para el invierno.